Hace frío, gruesas gotas de rocío
resbalan por las
mejillas
frescas de las flores.
El fuego del fogón te
alumbra
y te guía. Te dan su calor
las brazas que se
encienden
al amanecer.
La leña seca se diluye
en
nuestro espacio.
Tus manos diligentes apuran al comal
para
que al abrir la puerta al día
no quede un solo rastro de tus
huellas.
Yo voy silbando entre gaviotas.
Deshaciendo los
nudos de la noche.
Dirigiendo el bongo hacia
la profundidad
del río,
y allá, indefenso y sólo,
a merced de la
luna,
pienso en ti.
Juan Gregorio Regino