Duérmete,
sólo
duerme y alúmbrame la noche,
que no gire.
(Acaso un leve,
dulce
mecerse con lo nuestro.)
En la pared, el guiño
chinesco
de una sombra;
en tus manos, la huella
de un regalo
invisible.
Así soñamos,
con palabras que engañan pero
abrigan,
cantando disparates en voz baja.
Hay un botón de luna
en tu boca pequeña,
en tu espalda tendida enterraré un
reloj...
Te oigo respirar
y sé que no estoy
muerto.
ANDRÉS NEUMAN