Cortaron el silencio con
suspiros, jadeos,
susurros de la ropa al caer por el suelo.
Se dijeron palabras que nunca se habían dicho,
palabras
enemigas del tiempo y del olvido.
Y fueron cuidadosos, y atentos, y sensibles
el uno con el otro,
y se sintieron libres
en su mutua cadena perpetua de caricias,
tan libres como nunca
lo fueron en su vida.
Y de repente, el mundo se eclipsó para ellos
durante un breve
instante que les pareció eterno.
LUIS ALBERTO DE CUENCA