Estaba la mujer con sus dos senos,
su única cabeza
giratoria,
la longitud de su sonrisa, el aire
de estar
y de alejarse sabiamente fingido.
Estaba rodeada de
sí misma,
de admiración opaca y compartida,
bajo la
oscura luz de las miradas.
La complacencia del estar
henchía
de estólida ternura los objetos cercanos.
Estaba
en pie sumándose a su cuerpo.
Las palabras sonaban
conllevando sentidos
superfluos y crasos.
Giraba la
mujer.
Rebasada su órbita
como un pronunciamiento
de
todo lo que es bello,
vacío, ritual, sonoro, triste.