Arrebátame, amor, águila esquiva,
mátame a desgarrón y a
dentellada,
que tengo ya la queja amordazada
y entre tus garras
la intención cautiva.
No finjas más, no ocultes la
excesiva
hambre de mí que te arde en la mirada.
No gires más
la faz desmemoriada
y muerde de una vez la carne viva.
Batir
tu vuelo siento impenetrable,
en retirada siempre y al acecho.
Tu
sed eterna y ágil desafío.
Pues que eres al olvido
invulnerable,
vulnérame ya, amor, deshazme el pecho
y anida en
él, demonio y ángel mío.
Antonio Gala