Esta mañana de sol el amor se desliza por el agua,
se desliza
por el aire como una intensa sonrisa.
Aquel hombre ni se
imagina
que esta noche
seré sumisa boca,
caderas
poderosas,
ardiente piel inconsciente,
bajo el vestido rojo que
ahora castamente me recubre.
Y seré otra mujer,
otra mujer
sin el más mínimo pudor,
revestida de rojo por
dentro,
indefinidamente fascinada en la búsqueda,
en la
hondura,
de ese espacio irisado
que es delicia y paraíso.
Yolanda Gelices