viernes, 2 de mayo de 2008

Hoy de nuevo he buscado

la mesa de un café

para leer,

para escribir este poema,

para no entender

lo que no entiendo,

para imaginarte

como tantas veces,

en la penumbra

de las horas lentas,

entre las páginas

de un libro

y otro libro,

paseando bajo la lluvia,

en los museos

de Viena, de París, de Roma...

en el amarillo toscana

de una pared

de la Toscana,

en el prau carballalu

una tarde de yerba

y de tormenta,

en las noches azules de lavanda,

una mañana de campanas

en la abadía de Melk,

en las clases de francés,

quels étaient son nom,

sa demeure, sa vie, son passé,

il souhaitait connaitre

les meubles de sa chambre,

toutes les robes qu'elle avait portées,

delante de un gran cuadro de Marc Rothko,

en Monteverdi y en Beethoven,

en los horizontes cercanos del invierno,

y dondequiera

que mis ojos se posaran

era siempre el mismo mi deseo:

tus manos cerca, tu voz,

volver a casa

y que estuvieras tú.

Ángeles Carbajal