Al cabo del tiempo
volvió de nuevo a visitarme.
Hablamos y bebimos de todas las botellas,
revivimos las huellas
de aquellos amores pasados y presentes,
los sueños y las voces que perdimos
en los ecos sonoros de la memoria.
Revisamos los años con los dedos,
los huecos de las casas y las cosas,
los errores y amigos cometidos,
las frases a destiempo
y las risas rodadas por la alfombra.
La madrugada entonces inundó las sábanas.
Terminé por contarle los últimos relatos que leí
y al fin
se me durmió en los brazos
abrigada tan sólo
por la cálida chaqueta de mi piel...
Rafael de Cózar