Eres lo más bonito
que he hecho por mí.
La gente en vez de
decirme
'el amor te sienta como un guantazo'
ahora me
confiesa
'el amor te sienta como un guante, blanco, hecho a
medida',
y yo les contesto:
'El amor es una bala
unidireccional
y nuestro pecho un punto fijo:
lo que determina
el choque, el temblor,
el derrumbe de cimientos o la recuperación
del jardín,
es el hueco que acompaña a tu mano
en el
impacto.'
En otras palabras,
sujeta la mano de tu asesino y
ganarás su caricia.
Y es que resulta que a mí el crimen
me
pilló masturbándote,
amor,
o masturbándome pensando en
ti.
Como si hubiera diferencia.
Como si no fuera lo
mismo
amarte, amarme y amarnos.
Como si fuera posible
soltarte.
No lo sé,
pero desde que te quiero
mis manos
están preciosas.
He lanzado al aire
todas mis dudas,
y ha
salido tu cara.
Jamás entendí eso de la suerte
y de la
fortuna,
así que no sé bien qué quiere decir,
pero me han
entrado unas ganas locas
de arrojar flores a los pies de tu
cama.
La verdad es que la ciudad,
mis pulmones
y el cambio
climático
han agradecido esta hostia primaveral.
Y ahora
respiro mejor,
subo sin cansancio las cuestas
y puedo durar
cuatro estaciones haciéndote el amor.
He bajado los pantalones a
las canciones
con las que un día lloré
y mi pena ha
brillado
como un pájaro atrapado en la nieve:
no quisiera
menospreciar a mis tormentos,
pero tu sonrisa sobre mi
lágrima
consiguió ser el mejor de los remedios.
Pero no te
alejes demasiado,
sigo necesitándote por si enfermo.
Lo cierto
es que no quiero que suene a chantaje,
no malinterpretes mis
quejidos,
pero es posible que si te marchas llore hasta inundar
medio continente,
y ya tenemos bastante con los desastres
naturales
como para añadirle el mío,
¿no crees?
Quisiera
explicarte de una forma sencilla
que desde ti
todo lo malo se
ha dado la vuelta,
y qué bonito es el optimismo,
joder.
Estás
hasta cuando no estoy,
así defino mi soledad
ahora.
Te tengo
incluso cuando se me rompen los
bolsillos,
ocupas mi vacío,
eres la antítesis de la
nada,
aguas mi desierto,
eres el pasado de todas las
ausencias.
No me apena la tristeza,
no me dan miedo los días
malos
ni las malas personas,
no evito mi caída,
no me
importa no acertar.
Eres a mi pena lo que la chimenea al
invierno,
la sonrisa
que no cambia este puto mundo de
mierda
pero hace que me dé igual vivir en él,
el aplauso que
infunde valor a mis tropiezos
y sabe mejor que una victoria,
el
centro de la diana de todas mis apuestas.
Eres tan bonita
que
decírtelo resulta redundante
y no decírtelo
se parece al
silencio.
Al final siempre acabo besándote,
que es la mejor
alternativa a la poesía.
Y ya sabes
que a mí me gusta acabar
los poemas
con el verso perfecto,
ese que empieza en un papel
y
acaba en tu boca.
ELVIRA SASTRE