martes, 13 de enero de 2009

Ternura

Te pido perdón por amarte de repente,
aunque mi amor sea una vieja canción en tus oídos.
De las horas que pasé a la sombra de tus gestos,
bebiendo en tu boca el perfume de tus sonrisas.
De las noches que viví apaciguado
por la gracia infinita de tus pasos huyendo eternamente.

Traigo la dulzura de los que aceptan melancólicamente,
y puedo decirte que el gran afecto que te dejo
no tiene la exasperación de las lágrimas ni la fascinación de las promesas,
ni las misteriosas palabras de los velos del alma...
Es una unción, un sosiego, un exceso de caricias.
Y sólo pido que reposes quieta, muy quieta,
y dejes que las cálidas manos de la noche
descubran sin fatalidad la mirada estática de la aurora.


Vinicius de Moraes