Tal vez mañana
se quiebre la tormenta
y se me enrede el silencio entre los ojos;
tal vez de tanto amor
se nos llene la boca
y acabe por romperse.
Estamos juntos, sí,
y es posible que seas tú
quien esté a mi lado.
Escapas por el borde de mis labios,
abandonas el cuerpo que fue tuyo,
pero estoy tan viva
cuando me tocas,
que ni siquiera tengo
una respuesta,
ni la palabra me asiste,
ni me pertenece,
porque la sed se me ha pegado a la garganta
y la saliva es
un océano inmenso
donde las algas flotan.
Las olas me acarician la espalda,
y la sal se me cuela por las uñas,
y te deseo,
y me deseas,
y tu humedad me limpia,
y despierta este grito,
este misterio,
esta forma de verte tras las nubes.
Rodeo tu cintura,
y resbalo,
y nado a ciegas
por ese abismo sin fondo
que me ofreces.
Después de hoy, la noche,
la noche que me lleva
la noche que seduce mis instintos,
y me devora siempre de igual modo,
y me vomita sobre la arena artificial
de alguna playa.
Mira cómo se me agrieta la piel,
cómo se me vuelve jirones la esperanza…
Ana Garrido