Cuando tu mano acaricia mi pierna
los sensores de la piel desencadenan reacciones sentimentales
y a veces llego a tener una reacción motora. El ángulo
de la pierna, la inclinación del pie -te maravillas con el paisaje
ocasional: después de la curva de la carretera estabilizas la mirada
en la curva de la rodilla. Los ojos se impacientan en sacudidas
invisibles pero el espejo refleja sólo inmovilidad.
La sandalia: tu mirada va de la rodilla a la desnudez del pie. Este pie
que recorre las calles es también objeto de deseo: el pie
que pisa el freno a fondo. Sé que me vas a besar -tal vez
ni tú mismo sepas que la postura de tu cuerpo tiene el formato
del beso. La caricia necesita un control minucioso,
la presión exacta para que no me machaques la rótula.
El contacto es dulce en la piel que te ofrezco, la caricia
es la obra prima de la ingeniería mecánica. Miro la bahía
donde se reflejan los neones de la noche y dejo al cuerpo
trabajar libremente. Después me adormezco con tu mano
en mi pierna y la vaga conciencia de que el paraíso
se extiende desde la punta de los pies hasta lo alto de la cabeza.
ROSA ALICE BRANCO
los sensores de la piel desencadenan reacciones sentimentales
y a veces llego a tener una reacción motora. El ángulo
de la pierna, la inclinación del pie -te maravillas con el paisaje
ocasional: después de la curva de la carretera estabilizas la mirada
en la curva de la rodilla. Los ojos se impacientan en sacudidas
invisibles pero el espejo refleja sólo inmovilidad.
La sandalia: tu mirada va de la rodilla a la desnudez del pie. Este pie
que recorre las calles es también objeto de deseo: el pie
que pisa el freno a fondo. Sé que me vas a besar -tal vez
ni tú mismo sepas que la postura de tu cuerpo tiene el formato
del beso. La caricia necesita un control minucioso,
la presión exacta para que no me machaques la rótula.
El contacto es dulce en la piel que te ofrezco, la caricia
es la obra prima de la ingeniería mecánica. Miro la bahía
donde se reflejan los neones de la noche y dejo al cuerpo
trabajar libremente. Después me adormezco con tu mano
en mi pierna y la vaga conciencia de que el paraíso
se extiende desde la punta de los pies hasta lo alto de la cabeza.
ROSA ALICE BRANCO