Me marcho donde no me tenga la vida en
vilo,
donde no sangren los libros de poemas
y busque el sol
mi ventana
para posarse.
Me marcho vacío de equipaje y de
memoria.
No son muchas las cosas que me llevo;
algunas hace tiempo que ya no me
pertenecen
y otras han ido con el tiempo perdiendo
su magia.
Adonde voy no me sirven los libros
ni las fotos que no me miran ya,
ni tantos inviernos fríos en las
manos.
Sospecho,
mientras destruyo las últimas cartas
de amor,
que siempre quise ir con mi vida a otra
parte,
al lugar donde tú me esperas
y me dicen tus ojos que todo empieza de
nuevo.
Ignacio Arrabal.