No te detengas nunca
cuando quieras buscarme.
Si ves muros
de agua,
anchos fosos de aire,
setos de piedra o
tiempo,
guardia de voces, pasa.
Te espero con un ser
que no
espera a los otros:
en donde yo te espero
sólo tú cabes.
Nadie
puede encontrarse
allí conmigo sino
el cuerpo que te
lleva,
como un milagro, en vilo.
Intacto, inajenable,
un
gran espacio blanco,
azul, en mí, no acepta
más que los
vuelos tuyos,
los pasos de tus pies;
no se verán en él
otras
huellas jamás.
Si alguna vez me miras
como preso
encerrado,
detrás de puertas,
entre cosas ajenas,
piensa en
las torres altas,
en las trémulas cimas
del árbol,
arraigado.
las almas de las piedras
que abajo están
sirviendo
aguardan en la punta
última de la torre.
Y ellos,
pájaros, nubes,
no se engañan: dejando
que por abajo
pisen
los hombres y los días,
se van arriba,
a la cima del
árbol
al tope de la torre,
seguros de que allí,
en las
fronteras últimas
de su ser terrenal
es donde se consuman
los
amores alegres,
las solitarias citas
de la carne y las alas.
Pedro Salinas