Cuando ya no esté aquí,
Y no estén mis ojos, ni mis manos
Ni
los huecos abiertos a tus besos
Ni quede la memoria de mi
infancia,
Sonarán todavía las palabras salidas de mi boca.
Las palabras escritas con consonantes duras
que lancé contra
el mundo con mi lengua de piedra.
Y quedará lo claro de mi alma
que quiso iluminar los días,
Y la cólera roja explotando las
horas,
Y como una lagartija, quedará la impaciencia
Reptando
por el suelo.
Quedará sobre el barro el aliento del beso
Y lo sólido
reposará bajo la tierra:
El resto transparente de mis uñas,
los
dientes que mordieron labios
Lo que quede de mis huesos
frágiles
Que quisieron ser alas sin lograrlo.
Y ceniza, habrá ceniza.
Ceniza de la noche hacia la noche,
de
la risa contigo en las mañanas,
ceniza del dolor,
ceniza de
mis piernas caminando
ceniza del cansancio.
En algún sitio de este mundo,
Cuando yo me haya ido
Aun
quedará el hueco de mi cuerpo sobre el suelo
Y la sombra del tuyo
sobre el mío.
Beatriz Gimeno