Nuestro amor no está en nuestros
respectivos
y castos genitales, nuestro amor
tampoco en nuestra boca, ni en las
manos:
todo nuestro amor guárdase con pálpito
bajo la sangre pura de los ojos.
Mi amor, tu amor esperan que la muerte
se robe los huesos, el diente y la uña,
esperan que en el valle solamente
tus ojos y mis ojos queden juntos,
mirándose ya fuera de sus órbitas,
más bien como dos astros, como uno.
Carlos Germán Belli