Déjame sueltas las manos
Déjame
sueltas las manos
y el corazón, déjame libre!
Deja que mis
dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.
La pasión -sangre,
fuego, besos-
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tu no
sabes lo que es esto!
Es la tempestad de mis sentidos
doblegando
la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus
ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y está aquí, mujer, como
un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia
tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!
Déjame libres las
manos
y el corazón, déjame libre!
Yo sólo te deseo, yo sólo
te deseo!
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es
precipitación de furias, acercamiento de lo imposible,
pero estás
tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la
tierra viniste
como yo para contenerte,
y desearte,
y
recibirte!
Pablo Neruda