Lloveme cuarenta días y cuarenta noches, colmame de humedad hasta la transparencia. Que no hayan faros para marcar el rumbo del existir salvaje, ni diques que contengan la plenitud de las aguas.
Conjurá los ríos que un día se petrificaron en mi pelo y desbordémonos. Seamos un diluvio loco y desvanecido yo le daré una alondra a tu rama de olivo. Silvia Elena Regalado