Permitid, Señor, un
poco de lujuria en
este
mundo.
Permitid que el roce
de
los labios sea
caliente
levadura,
permitid que las
pupilas de luto del
deseo se hundan en
el
pozo de otros ojos,
permitid que la mano
del osado amante
palpe la sangre
ajena
estremecida.
Dejad hervir las
entrañas
de los machos sobre
la
piel desnuda,
dejad el juego de
los
adolescentes labios
bucear en los senos
de
los lirios,
dejad las vírgenes
con
su secreto fuego
ardiendo en piras
escondidas,
dejad los muslos de
los
verdes tallos
mezclarse en llamas
de tacto, en
apretadas
lianas de caricias.
Que el rubor se
desnude enteramente
y la escultura
surja de tactos y
torrentes,
que los zumos de los
ojos exprimidos y de
brazos,
mane de fuentes
secretas y de
labios.
Permitidlo, Señor,
que
ya sufren sus penas
los humanos,
que ya, bastante, la
carga duró sobre
sus
hombros.
Max Jacob