Para mí nunca nada es suficiente.
Me da igual que me cantes serenatas
o que conquistes ciudades en regiones
bárbaras bajo mi estandarte
o que lleves mi estandarte a Mercurio o a Urano.
Incluso aunque lo clavaras
en el cabecero de tu cama,
seguiría pareciéndome insuficiente.
Y haces bien en no regalarme flores.
Haces bien, porque ni las magnolias
ni los claveles ni los tulipanes,
ni siquiera las rosas negras,
me conmueven lo más mínimo
ni me parecen una honda declaración.
Ni siquiera los chocolates.
Ni siquiera las noches
en que te muestras elocuente.
Gata Cattana