Hay mujeres
que son estaciones de (d)año,
tormentas
torrenciales en agosto y estufa
en un diciembre lleno de
abandonos.
Hay mujeres
que son pájaros sin alas en un cielo lleno
de
recuerdos,
fieras carnívoras al acecho de las ganas
y de
esa falta de poder ante la tentación
que sólo es deseo
confundido.
Hay mujeres
que son mariposas abstraídas
esperando a que
cierren todas las puertas
para acariciarte
las mañanas a través
de la ventana,
para sacudirte la
mirada en cualquier
dirección ajena a tu rostro.
Hay
mujeres
que son animales en celo
aflorando sobre tu pecho
abatido.
Hay mujeres
de ojos castaños
con alma de
gata.
Hay mujeres
de ojos verdes
con alma de zorra.
Hay mujeres
que son signos de interrogación abierta,
tres
exclamaciones siguiendo
una huida.
Un ladrido de
madrugada.
Hay mujeres
que justifican el silencio.
Hay
mujeres
que excusan la poesía.
Hay mujeres
que son aeropuertos alejados
de los que sólo
salen aviones de mentira,
puertos marítimos
en los que
vuelves a ser tú,
estaciones de tren
donde se cruzan
tantas contradicciones
que encuentras paz.
Hay mujeres
que suenan a herida al tocarlas
y te hacen
desear la muerte antes que ellas.
Hay mujeres
que huelen a
limpio, a cuerpo inerte,
y te hacen desear invadirles el
corazón
y el pecho con la brutalidad de un ejército de
flechas.
Hay mujeres
que desordenan tus huellas cuando
aparecen
y te hacen desear encontrar tu camino
sobre su
columna vertebral.
Hay mujeres
que no se esconden, que
quieren sin escarcha en los ojos,
que saben a sed,
y
esas,
esas te hacen desear quererlas toda la vida.
Hay mujeres
que esperas siempre
porque nunca llegan.
Hay
mujeres
que están en todos los lugares que ocupas
menos en
tus manos.
Hay mujeres
que son primeras y únicas,
que sobrevuelan
el suelo que pisan los demás,
que son azules y ocupan un
sitio
distinto al resto.
Hay mujeres
que crees por encima de todo
y por encima de
todo deshacen tus creencias,
que son tiernas, ciertas y
dulces,
y con su ternura, certeza y dulzura
parten tu
inocencia en dos.
Hay mujeres que abren tus ojos con un soplido de magia
y en
el siguiente truco desaparecen,
como la suerte.
Hay
mujeres
que te enseñan la moneda por las dos caras:
te
besan negándote,
se marchan mientras te nombran,
se quedan
en silencio
y desde otros recuerdos te afirman.
Que sólo
conocen la palabra derrota
en tu boca.
Que sólo conoces la
palabra victoria
en su boca.
Que te aman mientras te
olvidan
y olvidándolas las amas.
Hay mujeres
que quieres y no puedes,
que son tanto que
no son bastante,
que dándote lo que necesitas olvidan lo que
deseas.
Mujeres contra las que no hay razones
que encajan
y
conviertes en huida
para darles un sentido.
Hay mujeres
que son aves de paso,
bodas de un
día,
amores que salvan tu vida en una noche,
postres
eternos en medio de una prisa carnal,
engaños a la rutina,
tu
alma animal rendida al instinto de supervivencia.
Hay mujeres
que aparecen como los aciertos:
a tiempo y
sin esperarlas.
Que se atreven y se quedan y tienen
el pelo
del color de tu almohada,
que se agitan y temes y dan la
vuelta
a tus excusas convirtiéndolas en motivos.
Que te
aman sin evitarlo
y amas sobre todo por supuesto.
Y
estoy
yo.
Que soy una en todas esas mujeres.
Y
estás
tú.
Que eres todas esas mujeres en una.
Elvira Sastre