Apenas
él hubo pronunciado: “Ahora lo único que falta son fresas”
cuando
ya estaba yo corriendo hacia la descuidada huerta de detrás de
casa
y había cogido un puñado de fresillas silvestres
antes
de que él hubiese acabado de tomar su yogur:
acababan de
madurar.
Ten cuidado con lo que dices, dije, ahora todo se hace
realidad.
Y él tuvo cuidado.
Eeva Kilpi