Tratame como a tu pipa, decís,
tu cuerpo y el mío
desnudos.
Entonces mis manos recorren tus formas,
sensuales,
armónicas,
comienzo el ritual de encender el fuego,
un fuego
parejo y perdurable,
del que las volutas se desprendan
trazando
arabescos de danza derviche.
Y muevo mis labios,
disfrutando,
paladeando cada instante.
Vos estás cálida entre
mis manos,
como entregada a mi placer
que es también
tuyo.
Estás entre mis manos
hasta que se acabe tu fuego
y
quede sólo el calor,
tu cuerpo caliente
en el que la
hoguera
quedó en los ojos.
Juan Daniel Perrotta