Dame amor, dame olvido, dame tiempo
Dame tu pelo, dame
su ramo torrencial de jaspe vivo.
dame
tus ojos, dame
sus ópalos en llamas que lastiman.
Dame tus
dientes, dame
su brillo en el clavel y su dominio
que contiene
el embate de mi lengua.
Dame tu pecho, dame
la copa deleitosa de miel tibia.
Dame tu
muslo de oro,
el pubis de violetas y rocío.
Dame tu boca,
dame
la oreja de hostia fina,
tu garganta de pájaro
celeste.
Dame tus hombros, dame
la cadera caudal y la
cintura,
el árbol, la serpiente de tu espalda,
tus piernas que
se queman en el frío.
Dame tus uñas, dame
su filo de navaja y
media luna
en la secreta oscuridad del cielo.
Dame tus
manos largas
que saben anudar tanta delicia.
Tu axila de sal
dame,
tus nalgas siempre vivas.
Como el agua cantando,
atardeciendo,
como el aire de nieve y aleluya
me sumiré en tu
mar, hablará el fuego.
Dame el mar que te habita costa a
costa
y la niña fragancia de tus islas,
la campana que tiembla
en el crepúsculo,
el sonido despierto, el que anochece.
Dame
luz y palabras y silencio.
Dame tiempo y lugar, dame la nada,
dame
amor, dame olvido, dame muerte.
FERNANDO GONZÁLEZ-URÍZAR