Si tú eres la montaña,
yo soy la flor,
el aire, la llanura,
la fuente limpia y pura,
el río que te
baña,
la hondonada,
la cubre y el paisaje;
el zafiro del
cielo y la nube de encaje.
Todo y nada.
Tú eres lo
duradero,
lo que persiste y queda, la verdad de las cosas.
Yo
soy como las rosas.
Doy mi perfume y muero.
Tú eres el
titán
que a fuerza de constancia perforaste las rocas.
Yo soy
una de esas vírgenes locas
que nunca saben donde
van.
Inconstante y alada,
tan pronto rozo estrellas como me
mancha el lodo.
Lo quiero siempre todo,
y nunca tengo
nada.
Sí; tú eres el más fuerte
y el más bueno quizás.
Tú
sabes dónde vas.
Yo sólo voy donde quiere la suerte.
Nos
encontramos un extraño día.
Tú el hierro; y la luz.
y nos
unimos en una misma cruz
de poesía.
Si tú eres la montaña
que aguarda sin temor el vendaval,
yo
soy la fuente de cristal
que florece en su extraña.
Y no puedes conmigo,
valeroso y profundo monte del
Himalaya.
Para no sucumbir, necesitas que vaya
a sembrar en ti
mi trigo.
Susana March