Se deshizo la luz,
equivocó su horario por dejarte
desnuda,
desdibujó tus ojos mientras me
sonreías.
Mientras me soreías
vi una sombra inclinada desvestirse,
abrir la cremallera despacio del
silencio,
dejar sobre la alfombra
la civilización.
Y tu cuerpo se hizo dorado y
transitable,
feliz como un presagio que nos
enfurecía.
Que nos enfurecía.
Solamente nosotros
(camaradas
de una cama ruidosa) y el deseo,
ese difícil viaje de ida y vuelta,
que ahora insiste y me empuja a
recordarte
alegre, levantada,
un relámpago abierto entre los ojos,
recogiendo tu falda de joven
colegial.
Mientras me sonreías,
yo me quedé dormido
en las manos de un sueño que no
puedo contarte.
LUIS GARCÍA MONTERO