Verte.
Tocarte. Qué fulgor de máscaras.
Qué
dibujos y rictus en tu cara
como
vehementes frisos en alfombras antiguas.
Qué
sombrío te vuelves si repito
el
sinuoso camino que persigo: un deseo
sin
dueño, un adorarte vívido pero libre.
Y
qué oscura me hago cuando muerdes de mí
palabras
y residuos. Me dan hambres,
agonías
de grandes espesuras, empañadas lunas,
dagas,
tempestad. Verte. Tocarte.
Cordura.
Crueldad.
HILDA HILST