Yo soy la amada, amante, soy la amada:
voy andando las horas
que separan
mi cuerpo de tu cuerpo
y restañando las
frágiles heridas
de huellas que volaron con tu nombre.
Yo
soy la amada, amante, soy la amada:
la que brotó salvaje entre
tu trigo
y lo tiñó de púrpura,
la que sin darse
cuenta
iluminó de pronto tu paisaje,
la que acudió a tu
llanto
y en su aljibe
atesoró tus lágrimas.
Yo soy
la amada, amante, soy la amada:
la que en silencio mira.
La
que te espera.
La que teje sus sueños con tu vida.
Luz María Jiménez Faro