Cuando
no puedo mirar tu cara
miro tus pies.
Tus pies de hueso
arqueado,
tus pequeños pies duros.
Yo sé que te
sostienen,
y que tu dulce peso
sobre ellos se levanta.
Tu
cintura y tus pechos,
la duplicada púrpura
de tus
pezones,
la caja de tus ojos
que recién han volado,
tu
ancha boca de fruta,
tu cabellera roja,
pequeña torre
mía.
Pero no amo tus pies
sino porque anduvieron
sobre
la tierra y sobre
el viento y sobre el agua,
hasta que me
encontraron.
Pablo Neruda