Yo miraba tus manos
e inventaba historias
de aleteos
sobre
mis pechos,
de roces suavísimos
entre mis muslos.
Al
instante
pétalos y plumas acudían
en una lluvia inesperada
a
mojarme los sentidos.
Aprendí así a estar
eternamente
sedienta
de panales,
mientras
miraba yo tus manos.
Encabritado
mi
deseo se enredaba
entre tus dedos
mientras un mar tibio
me
bañaba
en un amanecer sin viento.
Carmen Matute