La vida es un camino infinito
de puertas sin retorno.
En cada transponer existe un gozo
que no se puede disfrutar si no se toca.
El reto de la vida es acceder
con toda plenitud a todos los espacios.
Cada puerta espera ansiosamente ser abierta
pero es indispensable llegar hasta su lado
y empujar para que se abra.
La vida es amor, al fin y al cabo.
Para vivir el amor
hay que tocar todas las puertas.
Para quien ama,
su vida es el andar por todos los caminos
siempre en búsqueda,
para descubrir y tocar en toda puerta que se encuentre.
Cuando se ama
se debe aprender a tocar
en todas las puertas del otro
para ser;
el otro espera el llamado
para dar,
y mientras toca, es,
permitiendo que el otro, sea
y al abrir, es,
para que sean.
Roberto Arizmendi