miércoles, 30 de noviembre de 2011

Diario de tu cuerpo (III)

De nuevo llegas a mi casa.
Conoces el camino
y sabes que mis cosas
se han amoldado a ti.

En el espejo
queda tu reflejo.

En la tarde de la ciudad,
bajo las máquinas;
en la tarde amarillenta,
sucia, habitada de sombras,
manchada por las prensas,
vociferante río de niebla
hacia la noche del tumulto;
en la tarde tus cabellos
serán un recuerdo presente.
Yo estaré junto
a tus dieciséis años
y junto a tu fracaso,
a tus cansados días
vividos bajo el humo de la ciudad.
Estaré junto a tu voz pasada
escuchando tu voz presente.
Leeremos nuestra historia
en el libro cerrado
de tu vientre.

Hugo Gutiérrez Vega

sábado, 26 de noviembre de 2011

Un cuerpo como una isla

Por las arduas colinas de tu cuerpo
van mis ojos desnudos contemplando
los tersos panoramas, precipicios
y el bosque primordial que mi deseo
exalta en la constante ceremonia
de mirarte, llamarte desde el fondo del ser,
de contemplarte como se ven los campos en otoño
o las vertiginosas catedrales erguidas en la niebla
y entrevistas en la región sin nombre de la aurora.
Eres como una isla, te rodeo
y me ajusto a tus formas.
Me impide hacerles modificaciones
el antiguo temor de hacerte daño.
Por eso me mantengo en tus orillas
y tierra adentro sólo van mis ojos.


Hugo Gutiérrez Vega


jueves, 24 de noviembre de 2011

NI YO CONOZCO TODO MI AMOR

El tamaño de mi amor

no se puede escribir completo.


Se filtra por los poros de mi piel

y se introduce en tu cuerpo

a todas horas.

Está en mi tacto

y en el viento,

entre olas

y tu vientre.

Una copa de vino

a veces

lo contiene.

Hasta el más intrascendente

suceso de la calle

lo reclama.

Salta de nota en nota

por todo el pentagrama

y va haciendo música a su modo.



ROBERTO ARIZMENDI



martes, 22 de noviembre de 2011

Acúestate mi amor

Acuéstate mi amor,

deja que pase el tiempo,

que el viento suene,

que todos los pasos se alejen de nosotras.

Deja que se preocupen los sonidos

por nuestro oscuro silencio.

Deja que la calle sea la calle,

que los hombres se afanen,

que la tarde se acabe bruscamente.

Deja que las mujeres hablen de nosotras,

que las nubes descarguen,

que caiga la tormenta.

Túmbate aquí a mi lado,

esfuérzate y trabaja,

y convénceme de que soy

la única razón de tu existencia.

Beatriz Gimeno

domingo, 20 de noviembre de 2011

Razones de cómo te quiero

Puede que algún día te preguntes si te quiero.
Puede que algún día me preguntes si te quiero.
Y, cuando llegue ese día,
no tendré más remedio que decirte
que te quiero y no.
O mejor,
que sé cómo te quiero y cómo no te quiero,
lo que, en realidad, es decir que sí te quiero.
Así pues, no debería embarcarme en trabalenguas absurdos,
pero ya sabes que me encanta liar, anudar, enrollarlo todo,
y sentarme a esperar que me rescates del embrollo.
Yo sé cómo te quiero.
Te quiero como el mar a las gaviotas,
como el verano a la fruta,
como la voz al silencio,
como la noche a la albura.
Y sé cómo no te quiero.
No te quiero como el yugo que aprisiona.
Ni como el cerco que acorrala.
No te quiero como un lazo que aprieta y ahoga.
Ni como un arma cargada de promesas afiladas.
Yo te quiero como la tinta al papel,
como la palabra a un verso,
como un beso sin cuartel.
Ahora ya sabes cómo te quiero y no.
Y puede que algún día te preguntes si me quieres,
y puede que me quieras y no.

Ester Vallbona

viernes, 18 de noviembre de 2011

Tus pechos se dormían en sosiego...

Tus pechos se dormían en sosiego
entre mis manos, recobrando nido,
fatalmente obedientes al que ha sido
el amor que una vez los marcó al fuego;

tu lengua agraz bebía al fin el riego
de mi saliva, aún ayer prohibido,
y mi cuerpo arrancaba del olvido
el tempo de tu ronco espasmo ciego.

Qué paz... Tu sexo agreste aún apresaba
gloriosamente el mío. Todo estaba
en su sitio otra vez, pues que eras mía.

Afuera revivía un alba enferma.
Devastada y nupcial, la cama olía
a carne exhausta y ácida y a esperma.

Tomás Segovia

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Lo irremediable II

Las manos,

sólo las

manos encuentran

un gesto: apretarse

una

dentro

de la otra,

otra

dentro

de la una.

Entonces,

a sacudidas,

entrever

algo tan denso

y no menos

terrible

que la culpa,

una

vertiginosa

tristeza que

lo irremediable

convoca.

Chantal Maillard

lunes, 14 de noviembre de 2011

Arrancaré la tierra a dentelladas para llegar a ti.

Arrancaré la tierra a dentelladas para llegar a ti.

Esperaré.

Dejaré que el sol salga mil veces

y que otras mil se ponga,

que los días destierren la juventud que queda,

que el tiempo me haga vieja

-también tú te harás vieja-

Esperaré mil años, te seguiré de lejos,

recorreré tu calle, me instalaré en tu acera,

esperaré que salgas y me veas,

recogeré tu odio si me odias, tu desprecio,

sobreviviré a tu indiferencia.

(Mientras tú me ignoras yo trabajo

para hacer mío el mundo en el que habitas)

Te vi y te amé, ¿qué más puedo decir?

Esperaré, te dije, y así ha sido.

Aun estoy aquí, siempre, esperando.


Beatriz Gimeno

sábado, 12 de noviembre de 2011

Si te busco y te sueño y te persigo...

Si te busco y te sueño y te persigo,
y deseo tu cuerpo de tal suerte
que tan sólo aborrezco ya la muerte
porque no me podré acostar contigo;

si tantos sueños lúbricos abrigo;
si ardiente, y sin pudor, y en celo, y fuerte
te quiero ver, dejándome morderte
el pecho, el muslo, el sensitivo ombligo;

si quiero que conmigo, enloquecida
goces tanto que estés avergonzada,
no es sólo por codicia de tus prendas:

es para que conmigo, en esta vida,
compartas la impureza, y que manchada,
pero conmovedora, al fin me entiendas.

Tomás Segovia

jueves, 10 de noviembre de 2011

La semana sin ti

Quisiera haber nacido de tu vientre,
haber vivido alguna vez dentro de ti,
desde que te conozco soy más huérfano.

¡Oh! gruta tierna,
rojo edén caluroso.
Qué alegría haber sido esa ceguera!

Quisiera que tu carne se acordara
de haberme aprisionado,
que cuando me miraras
algo se te encogiese en las entrañas,
que sintieras orgullo al recordar
la generosidad sin par con que tu carne
desanudaste para hacerme libre.

Por ti he empezado a descifrar
los signos de la vida,
de ti quisiera haberla recibido.


Tomás Segovia


martes, 8 de noviembre de 2011

Canciones sin su música

Porque te voy a ver tal vez mañana
y porque aún palpita aunque dolido el tiempo
por un instante pacto con mi historia
puedo al fin dar tu rostro a este abandono
poner mi nombre a aquél que desangraste
llamar mi vida a este naufragio
saber que fue todo verdad tu amor
y fue tu desamor verdad del todo
eras tú quien me alzaba de la sombra
y hecha sombra impensable eras tú quien me hería
confieso que te quise salvadora o maligna
mi esplendor o mi muerte eran tu ministerio
y yo te amaba en todos tus poderes
todo lo supe fue ese abismo el que quise
y hoy todavía para mí ya no hay mañana
sino por la violencia con que espero
por mi bien o mi mal volver a verte
una vez más una sola vez más
siempre una sola siempre
una misma vez más.

Tomás Segovia

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Sabio presagio de tu enigma

He de saber por ti
lo que en verdad te nombre,
lo que deba decir el viento sin palabra
o lo que el mar infinito te describa.
Nada de ti adivinaré más nunca.
Sólo tendré la precisión del canto, cuando cantes
y el exacto escrutinio de tus pasos
cuando a tiempo describas el sendero.
En el sueño andaré buscando tus colores
para entender el tiempo de tu tiempo,
el agua que emerge de tu fuente
y el sabio presagio de tu enigma.
Nunca caeré en la seducción de adivinarte
para no restregar la historia con profetas,
sólo tu voz delineará las noches cardinales
y tu tacto señalará mi geografía.
El desierto infinito y la playa sin dominio
serán santo y seña de tu nombre;
el exacto valor de esencia y pensamiento
que te precisan sin condición de tiempo ni osadía.
La certeza de mi historia limitará el augurio
para no caer en la seducción del pronóstico irrestricto.
Tu sola palabra delimitará mi sombra
y será mi esencia producto de tu amor y tu embeleso.

Roberto Arizmendi