Viniste sin preguntas, como quien camina
por la calle y no para a la entrada de la casa.
Me cortaste el pan en pedacitos, hiciste el nido
en la almohada donde mi sueño duerme
con historias que despliegas en la sabana.
Di color a los nombres con las letras devastadas,
Comí la fruta con tus dedos, apoyé
mi pulgar en tus yemas, entre los duendes
del claro que abriste para el día. Cantaste mi dolor
y de él hice la manta que nos cubre. Volví a ser
la sonrisa de las piernas, el soplo en la voz que llega
allí donde tú estés. Ahora que no hay cercanía
ni lejanía, ni nada que duela, que todo se toca
por dentro del devenir, dejo un nenúfar en la puerta
para aquel que llegue con el fardo de la noche. Y se hace luz
como los pétalos abiertos de tu nombre.
Rosa Alice Branco