Acostarme y subir las escaleras
que me llevan derechas a tus
brazos
y después ya veremos lo que pasa,
porque hay noches que
el sueño se desvela
y tardan tus manos en llegarme
y no me
quitas la ropa en el rincón
y no me besas la boca con
carmín.
Cuando eso ocurre, yo me desespero
y llamo a urgencias
en los hospitales
de tus ojos vacíos que, ayer noche,
me he
encontrado tirados en la esquina
de la calle donde siempre han
vivido:
en el portal que da paso a mis pechos
y una cuarta
debajo de mi ombligo.
Begoña Abad