¿Y si el día no fuera
un perro mojado de rocío?
Pudiera
ser un perro
tumbado tripa arriba
en la solana de tu sonrisa
o
tal vez lamiéndote los ojos.
Me gusta que el día
se adentre
en mí
como tu voluntad se abre paso
entre mis pechos
y
ancla, después,
como un barco sin rumbo,
entre mis muslos
que
se abren como una ensenada
en medio de la mayor tormenta
que
nos habita hoy.
Begoña Abad