Del pecado de amarte no
estoy arrepentida,
aunque un oscuro abismo
nos separe a los dos,
en tanto que risueña te
doy mi despedida,
mis ojos se iluminan para
decirte adiós.
No nos debemos nada. Tú
me diste tu boca
limpia como el agua fresca
del manantial;
y te enlacé en mis
brazos, amorosa y sensual,
y apagué en la cisterna
mi sed ardiente y loca.
Peregrinos errantes,
nuestra ruta seguimos.
Si dos sendas opuestas al
azar elegimos,
¿por qué nos rebelamos
con violenta actitud?
Rosario Sensores