Vuelvo en alas rompiendo las mareas
a calcinar mi espuma ante tu orilla.
Siendo mi pan el rayo y la tormenta
voy descalza en la rosa primitiva.
¿Qué fuerza, hombre, y qué misterio tiene
la sangre que te asoma en luz ungida?
¿Qué ardor potente pulsando en tus sienes
me desviste de angustia en la caricia?
Se yergue un semidiós en tu pupila
cuando empuñas la brújula del sueño;
y en tu ola ya extasiada y florecida
me desatas los buitres de los huesos.
Te asisten la violeta y la serpiente
plegadas en tu sexo y tu guarismo.
Por ti, la piedra en nardo se me vuelve;
por ti muero en la luz y resucito.
Por ti quemo mis brujas sentenciales
y en rosa y ponzoña me unjo los pies.
Santiguo mis senos con miel y caimanes
y en sesgo de sombras aborto la ley.
MARTHA DE ARÉVALO