Fui agarrándome de
ti,
de tus ojos,
campanarios llenos
de palomas,
y tu pecho
encendido como un
lucero sólo.
Caminé desesperada
en los senderos
trazados por tus
venas
y me así
a tus riñones
y testículos,
a tus orejas
y tu lengua.
Golosa
bebí con gratitud
láudano en tu boca
y me detuve
por siglos en tu
sexo:
lo exploré
con soles diminutos
nacidos en las
puntas de mis dedos
y cárdenos frutos
mancillados.
Copié tu mirada,
doblé tu risa,
y lúbrica mordí
tu agonía con los
dientes.
Carmen Matute