Se abrieron, de tus ojos, las miradas,
como varillas de un
compás
para medir mi alma.
La fragata del día
echó sus doce
anclas;
pero llegó la Noche
con su linterna mágica,
reflejando
tu imagen
en sus doce pantallas.
Y fue el dodecaedro de las sombras
kiosko que juntó
nuestras
llamadas.
Emilio Prados