Crucé océanos de
tiempo para encontrarte.
Caminé desiertos
rodeada de gente.
Aprendí rutas. Las
desaprendí.
Cambié los puntos
cardinales de tu mapa.
Desarmé
constelaciones y las repartí de vuelta.
Inventé nuevos
nombres.
Magneticé tu
brújula.
Soborné a tu ángel.
Señalicé la pista
de aterrizaje de mis miedos.
Olvidé todo el
lenguaje conocido.
Aprendí a escuchar
tus manos.
Nací miles de veces
con cada uno de tus sí.
Te encontré.
Y haría la odisea
las veces que sean necesarias
para encontrarte
todos los días en la orilla de mi cuerpo.
Verónica Peñaloza