Lo quiero con la sangre, con el hueso,
con el ojo que mira y
el aliento,
con la frente que inclina el pensamiento,
con
este corazón caliente y preso,
y con el sueño fatalmente obseso
de este amor que me copa el
sentimiento,
desde la breve risa hasta el lamento,
desde la
herida bruja hasta su beso.
Mi vida es de tu vida tributaria,
ya te parezca tumulto, o
solitaria,
como una sola flor desesperada.
Depende de él como del leño duro
la orquídea, o cual la
hiedra sobre el muro,
que solo en él respira levantada.
Juana de Ibarbourou