domingo, 29 de noviembre de 2020

A quien, no obstante, tan deliciosos placeres debo

 

Y esa tan transparente neblina que su lengua

extendió sobre mí... labor concupiscente,

minuciosa e inútil, pues el bello prosélito

¿me atreveré a decirlo? es que es tan impotente

como adorable es. Por ello, aún intacto

conservo el corazón de mi valiosa orquídea

(falsas futuras nupcias blancas) y, así, entre tanto,

mi precioso tormento, recibo tus bombones

y mis ingles remojo detrás de cada cita

con abluciones vanas. Pero, tonto muchacho,

no te avergüences si, de pronto, no se abulta tu pretina,

ni tu enarbolado furor puede,

impasible, horadarme la membrana

y arrancar de mi carne el clásico aspaviento.

Y no te desesperes si no soy despojada

aún de aquello que, sobrepasando el tiempo

que la edad aconseja y Cupido consiente,

fiel guardo en el ardiente túnel. Ya custodiada

mi pelvis por amor tan incauto cerrada

permanece, mi escudo, sabrosa precaución!

Hundamos nuestras bocas en la fresca reseda

de nuestros célibes y ocultos sitios

y tú, tonto muchacho, si encuentras resistencia

en donde tu ternura esperaba verterse,

torpemente no insistas empeñado en robarme

unas gotitas rojas y un agudo gritito,

pues no soportarías placer tan cruento.

 

Ana Rossetti