Desde el lado obscuro
de tu piel
me iluminas.
Déjame ser el lobo
—sombra de sed y perro y hambre—
que entra en la noche
de tu cuerpo
con pasos húmedos,
titubeantes,
por tu bosque incierto
—tu olor a mar me guía hacia tu oleaje—
para tocar adentro
la luna creciente
de tu sonrisa.
Déjame conocer
—con lengua incluso—
la obscuridad
más honda,
la más callada,
e invocar
con movimientos
repetidos,
rituales como aullidos,
la luna llena
de tu cuerpo,
la que me lleva a ti
como si fuera yo,
en tus manos,
agua
que conviertes en marea
iluminada.Alberto Ruy Sánchez