Pandémica
y celeste
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me
tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo
persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al
lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un
pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar
en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un
momento
igual deslumbramiento que a los veinte años!
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es
necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con
cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus
misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo
es el libro en que se leen.
Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena
gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del
hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones.
Gil de Biedma