Si supieras cómo, de fuera adentro,
anidaste en mi garganta y en mi sangre,
de qué manera aterrizó en mi vientre,
azul, dulce y sin más tu madrugada.
Si supieras, porque no sabes,
que esta salvación en tres actos
lleva escrito el desenlace de tus manos,
de tus dedos que desatan, desanudan y desnudan
todo el dolor del que soy capaz y del que me han sido.
Cómo decirte que en cada encuentro
me agarras de las muñecas hasta arañarme,
me arrastras y desalojas de esta derrota,
y salgo renacida, vomitando algas y espuma
de este océano que no me quiso y que me naufraga.
Cómo cuento que peleas y me ganas
al desastre de los fondos submarinos,
a la arena de mis ojos y a la apnea,
a la ceguera abisal y al peso de los mares.
Si supieras, porque no sabes,
que me agarro al clavo ardiendo de tu lengua,
que de noche, si no duermo,
me adhiero a tus espaldas y atraviesas
enjambres desbocados y ventiscas
que en sueños dentellean mis talones.
Cómo ordenar el tiempo en estos días,
después de mi silencio y de tus monstruos,
de tu caída libre en mi vacío,
en esta inmensidad que escalas
anclado en los herrajes de mi nombre corto.
De qué sirve que sepas, si no sabes,
que el recodo de tu hombro me redime,
que aunque amanezca huérfana mi cintura
y duela el gesto,
como un error,
tu mano sobre mi nuca corrige el mundo
en un segundo breve,
en un instante.
Si supieras que tus huellas se me imprimen
más hondo que el roce de lo devastado,
que me dolerá mañana más el cuerpo
que la vida,
más que el miedo.
Y no habré de esperar a que me cambies
la orientación de esas ventanas que ya llevan
tanto tiempo dirigidas al poniente.
Cómo decirte, cómo explicarte,
que mis besos te succionan opio dulce
y que insuflas marihuana en mis pulmones.
Que yo,
que tengo el alma atravesada como un chelo,
encuentro entre tus muslos mis acordes
y me inauguras días,
tiempos, horas y estaciones,
y casas donde habita mi refugio.
Cómo decirte, para que sepas,
que tienes un rincón para tu almohada
alojado en lo profundo de mis noches,
que sueño una canción para tus dedos,
y que así sepas, al escucharla,
lo que no digo.
ANA DELGADO